Los apóstoles predicaron a Cristo desde el Antiguo Testamento y en el trasfondo antiguo testamentario. Para Jesús y los apóstoles, el Antiguo Testamento era la Biblia. Ellos no conocieron otra Escritura, salvo la del Antiguo Testamento; y ningún Dios, sino el del Antiguo Testamento.
Si el Nuevo Testamento nos da una fotografía de Dios en la faz de Jesucristo, entonces no debemos olvidar que el Antiguo Testamento suple el trasfondo o la montura de tal imagen. Este marco de referencia tiene tremenda importancia. No se puede entender el Evangelio sin un trasfondo. Una persona que tenga diapositivas de su más reciente viaje al África no puede mostrar una figura inteligible proyectándolas al aire libre. La pantalla realzará o distorsionará la imagen. Igualmente, el espíritu siempre necesita forma, el alma necesita un cuerpo y se necesita expresar la fe necesita mediante buenas obras. El Evangelio es espiritual, pero debe expresarse en forma visible. Así como Dios diseñó el cuerpo humano como la forma en la que el alma se expresa, también diseñó la forma mediante la cual se expresaría el Evangelio de su gracia. Esa forma fue el trasfondo del Antiguo Testamento. Consideremos las largas centurias de cuidadosa preparación para poner en escena el “drama de la pasión divina”. Su escenario fue el Antiguo Testamento. El Nuevo Testamento no descarta este escenario, este trasfondo. En su predicación de Cristo, los apóstoles sabían cómo emplear ese marco al presentar el divino esplendor de Aquel por quien y para quien consisten todas las cosas (Col. 1:16).
Por diversas razones nosotros los cristianos hemos descuidado o descartado el arte de la predicación de Cristo desde el Antiguo Testamento, tal como lo hicieron los apóstoles. Marcio, el gran hereje del siglo segundo, quiso abandonar el Antiguo Testamento totalmente. A pesar de que la iglesia rechazó a Marcio, la tendencia marcionista persiste aún. No siempre la iglesia ha estado cómoda con el Antiguo Testamento. A menudo los cristianos no saben qué hacer con él. Y por haber descuidado el marco designado por Dios para el Evangelio, hemos tenido que inventar un marco de nuestra propia fabricación. Necesitamos un marco para nuestra teología, aunque no estemos conscientemente percatados de ello. Nuestro concepto de Dios y del hombre debe moverse dentro del marco de algún sistema de pensamiento. Necesitamos una estructura teológica.
La historia de la teología demuestra cómo épocas y segmentos diferentes de la iglesia desarrollaron sistemas teológicos diferentes. Todos estamos familiarizados con términos tales como misticismo, pietismo, entusiasmo, racionalismo y el fenómeno del siglo veinte del existencialismo. Todos representan sistemas de pensamiento teológico, marcos en los cuales explican el método divino de salvar al hombre.
Estos sistemas de pensamiento se desarrollaron porque la mente humana no puede retener la verdad aparte de una forma. Todos sentimos la necesidad de un marco. Dios no sólo dio a su iglesia Su Evangelio, sino que le dió este Evangelio en Su marco. Muy a menudo muchos han pensado de este marco como una “raíz de tierra seca”. Ha carecido de atractivo para la mentalidad racionalista griega. Este modo de pensar griego ha influenciado la civilización cristiana occidental. En la medida en que la iglesia perdió el marco original del Evangelio, diseño el suyo propio. Algunos de estos marcos teológicos tienen una tremenda influencia sobre las mentes de los cristianos. Pero, frecuentemente fueron tales marcos los que distorsionaron la pureza original del Evangelio. Muchas veces forzaron el mensaje cristiano para que sostuviera un individualismo exagerado o una jerarquía triunfalista; un ritualismo externo o un pietismo interno.
Uno de los acontecimientos más alentadores en el cristianismo académico de hoy lo es el interés renovado en el Antiguo Testamento y el lugar que le corresponde en la proclamación del Evangelio. Este desarrollo está atravesando todas las líneas fronterizas clásicas. Existe ahora una nueva receptibilidad para permitir que estas formas de pensamiento bíblico llamen a examen las formas de pensamiento tradicionales.
El lugar y el uso adecuado del Antiguo Testamento en la predicación es el foco de investigación del cristianismo académico de hoy día. Hombres que han hecho sus investigaciones del Antiguo Testamento encuentran hoy nueva aceptación en los departamentos de teología de las mejores escuelas cristianas. El presente es un momento excitante y de desafío en la historia de la iglesia.
Dos Características Sobresalientes del Trasfondo Antiguo Testamentario.
El trasfondo antiguo testamentario tiene dos características sobresalientes. Es histórico y legal.
Histórico: Cualquiera que lea los libros del Antiguo Testamento sin suposiciones previas quedará impresionado por su naturaleza histórica. Comienzan con un relato de Dios haciendo el mundo y el hombre apartándose de la autoridad de Dios. Luego, traza la historia subsiguiente del trato de Dios con la raza humana, arrojando luz sobre eventos tales como el Diluvio, la creación de la nación hebrea y su historia por más de mil años.
La teología del Antiguo Testamento es una teología de historia. Esta es una característica singular de la religión bíblica. Es la única religión verdaderamente histórica. No es una religión mística. El Dios del Antiguo Testamento no se revela a sí mismo mediante experiencias místicas difusas, ni en proposiciones abstractas, sino en hechos históricos concretos. En lo que respecta al Antiguo Testamento, la historia es la sustancia de la revelación. Dios se revela en sus poderosos actos, tanto en el evento mismo como en la interpretación dada de ese evento. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento la justicia es el atributo fundamental de Dios. Pero cuando el Antiguo Testamento presenta la justicia de Dios, no lo hace con proposiciones abstractas de la justicia de Dios en sí mismo. La literatura hebrea es dinámica, concreta, y se mueve en un plano de relaciones. Dios es justo por lo que hace. El énfasis de las Escrituras es que Dios es justo en todos sus caminos y obras (Jue. 5:11; Sal. 145:17).
A menudo ignoramos esta “teología de la historia”. Hemos intentado “teologizar” un marco abstracto, racionalista, metafísico y especulativo. Pero esto nos mueve fuera del marco de la teología bíblica. Por eso es que la mayoría de los teólogos sistemáticos no suenan como la Biblia. Sus escritos contienen detalles bíblicos buenos y útiles. Pero el marco de pensamiento es más griego que bíblico. La primera y más prominente verdad bíblica es la doctrina de Dios. Pero los teólogos sistemáticos clásicos presentan esta doctrina en un marco racionalista, especulativo y no-histórico.
Debemos rehusar conocer cualquier dios que no sea el Dios revelado. Tal revelación la hallamos en los hechos históricos registrados en la Biblia. La Palabra de Dios es más el registro de los actos de Dios que el registro de sus oráculos.
Dado que a Dios lo conocemos por sus actos en la historia, la verdadera adoración de Dios, esto es, darle a Dios su valor, consiste en recordar o recapitular los actos de Dios. G. Ernest Wright llama al Antiguo Testamento “teología de narración”. Señala, en su ensayo God Who Acts (Dios que obra), que las confesiones de fe israelitas más primitivas eran sencillamente la narración de cómo Dios actuó para su liberación en el éxodo (Dt. 6:20-24; 26:5-9). Un examen del culto de Israel mostrará que sus sábados, ceremonias, festivales agrícolas e instituciones estaban dedicados a la conmemoración y recuento de la redención nacional en ocasión del éxodo. Muchos de los salmos expresan la adoración de Dios mediante la recitación de los actos de Dios durante la historia de la formación de Israel. Los escritores bíblicos nunca se cansaron de contar lo que Dios hizo en el éxodo. Ejemplo típico de esto lo es el Salmo 66:
Aclamad a Dios con alegría, toda la tierra;
Cantad la gloria de su nombre: Poned gloria en su alabanza.
Decid a Dios: ¡Cuán terribles tus obras!
Por lo grande de tu fortaleza te mentirán tus enemigos.
Toda la tierra te adorará, Y cantará a ti;
Cantarán a tu nombre. (Selah.) Venid, y ved las obras de Dios,
Temible en hechos sobre los hijos de los hombres.
Volvió la mar en seco; Por el río pasaron a pie;
Allí en él nos alegramos.
Sal. 66:1-6 (comp. salmos 78, 105, 106).
Legal: La historia bíblica es una historia especial porque se ocupa de la salvación del pueblo de Dios. En los círculos teológicos a esto se le llama: heilsgeschichte 1, Podríamos proponer otro nombre, historia del pacto. En muchos aspectos, esto sería una mejor designación para la historia que encontramos en la Biblia.
El pacto es el contrato o acuerdo que une a Dios y al hombre en compañerismo.2 Es la base de la relación divina-humana. Es tan básico que podríamos aún decir que Dios no trata con el hombre fuera del pacto.
El pacto es un concepto legal. Tiene condiciones que sujetan legalmente a ambas partes. Decreta bendiciones y maldiciones que siguen al cumplimiento o al no cumplimiento de sus estipulaciones.
Los treinta y nueve libros del Antiguo Testamento derivan su nombre: Antiguo Testamento o Antiguo Pacto, del pacto que Dios hizo con la nación hebrea en el Monte Sinaí. Las palabras del pacto son los Diez Mandamientos (Ex. 34:27-29; Dt. 4:13). El prefacio de los mandamientos es una declaración del divino acto redentor. Luego siguen las estipulaciones que definen la respuesta que el amor divino espera de la comunidad redimida.
Israel era un pueblo bajo pacto. Dios era su Rey. Los gobernaba por su ley. Fidelidad al pacto significaba fidelidad a la ley. Bien dice Leon Morris que el Dios del Antiguo Testamento es el Dios de ley. Puede confiarse en que él sostendrá la ley y actuará en conformidad a sus términos con una fidelidad invariable. Morris señala que los hombres del Antiguo Testamento nunca se cansaron de describir la relación entre Dios y su pueblo mediante figuras legales.3 Cuando los santos del Antiguo Testamento apelaban a Dios, se referían a su pacto y solicitaban una audiencia en la corte divina. Cuando Dios tenía una querella contra su pueblo, también apelaba a Su pacto y entraba en pleito con su pueblo en la corte legal.4
La corte legal hebrea primitiva era algo básico en la vida hebraica. Las disputas eran resueltas en una corte al aire libre, en la puerta de la ciudad. Aquí los jueces, y luego los reyes, se sentaban para sostener la justicia y el juicio. En la Biblia Dios aparece como el Gran Rey. Su oficio principal es el de Juez. Como Juez actúa para cortar a los malhechores y mantener la justicia (Sal. 72,101). Especialmente libra a aquellos cuya causa es justa. El es un Dios de Juicio (Mal. 2:17). “Justicia y juicio son el asiento de tu trono” (Sal. 89:14).
Cuando Dios actúa para salvar a su pueblo, siempre efectúa una salvación justa, una salvación de acuerdo a su pacto, y fiel a los justos requerimientos de su ley. Como Rey Supremo y Juez, siempre actúa en una forma que sostiene la constitución. Nunca se apartará de la regla de su ley ni alterará lo que salió de sus labios. Sólo en esta luz podemos entender lo que la Biblia quiere decir cuando exalta el poder de Dios para derrotar al enemigo de su pueblo. Si el poder de Dios consistiera sencillamente en su fuerza, no habría ninguna contienda con Satán, Faraón o cualquier otro. Dios podría vencerlos tan fácilmente como dejar caer al suelo una piedrecita. La destrucción de aquéllos no constituiría un derroche de energía divina. Pero cualquier cosa que Dios haga debe hacerla legal y justamente, en armonía con su santa auto-consistencia. En todas partes la Biblia enseña que la salvación de los hombres no es para Dios cosa fácil. Es un asunto costoso. Por consiguiente, el poder de Dios es poder legal o legítimo.
Pensamos en Darío, el rey de Medo-Persa, laborando toda la noche para librar a Daniel del foso de los leones (Dan. 6). No podía salvar a Daniel porque, como rey, tenía que ejecutar la ley. No era cuestión de usar la fuerza militar para realizar su deseo. Podía librar a Daniel o sostener la ley. No podía hacer ambas cosas. Pero Dios hace lo que ni Darío ni ningún otro puede hacer. Salva al mismo tiempo que ejecuta lo que dicta su ley.
Esta unión maravillosa de salvación y justicia la enseñaba el Antiguo ritual del santuario. La ley del pacto se depositó en el arca y se colocó en el lugar santísimo. Las estipulaciones violadas demandaban la muerte del trasgresor. Por esto, traían al lugar santísimo la sangre de la ofrenda del pecado y la asperjaban sobre la cubierta del arca. La justicia y la misericordia se abrazaban. Salvaban al pecador arrepentido; pero justamente.
De manera que, con frecuencia y razón, al Antiguo Testamento se le da el nombre de “la economía legal”.
Conclusión
Los apóstoles predicaron a Jesucristo desde el Antiguo Testamento. Ellos tomaron las características históricas y legales del Antiguo Testamento y las usaron como un marco del retrato de Dios en el rostro de Jesucristo.
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1. Combinación de dos palabras alemanas que, al ser juntadas, significan “historia de la salvación”.
2. Véase el libro de Robert D. Brinsmead, Covenant.
3. The Apostolic Preachtng of the Cross, págs. 256-57, por Leon Morris.
4. Los eruditos identifican estas discusiones legales como controversias ríbh, palabra que proviene del vocablo hebreo que significa juez, decidir. (Isa. 41:1, 21; 50:8; Jer. 25:31; Miq. 6:1).
El personaje central tanto del A.T. como del N.T. es Yeshua Ha Mashia o Jesús el Cristo. De Él hablan todas las Escrituras, Luc. 24:27; Juan 5:39; Hechos 10;42,43; Rom. 1:2,3; ect. Cristo es representado en el sacrificio del carnero que tomó el lugar de Isaac, Gen. 22:13,14, a través de Moisés que sacó al pueblo de Egipto, cruzó el Mar Rojo y entonó el cántico de victoria, Exo. 14,15, a través de Sansón que extendio sus brazos para dar la salvación a Israel y murió por el pueblo, Jueces 16:28-30, a través del sacrificio de Elias, 1 Reyes 18:36-38 y otros. El Antiguo Testamento es la base para el Nuevo Testamento. Quitar el A.T. es eliminar la historia de la redención en Cristo, las profecias que hablan de su primera y segunda venida, ect. Cristo es el Arca de salvación, Gen. 6:13-22, haciendo una redención como la que gime y claman los animales y el hombre en Romanos 8:20-23, una redención del cosmos. Cristo está a través de su Representante, el Espiritu Santo, Juan 14:16. Cristo o Yeshua es el Agente Principal de Dios y el Espiritu Santo para salvar los habitantes de este planeta, Hechos 4:12.