Dicho esto, necesito aclarar que en ninguna manera esta verdad da licencia a una vida desordenada. Como creyentes aguardamos la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. Pablo aconseja a Timoteo: Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad (Tito 2:13-15). Quien ama a Dios y a su Hijo Jesucristo amará también el camino que escogió para su iglesia.
La buenas obras son importantes en la vida de todo cristiano, pero no serán la razón por la cual entrará en el reino de Dios. Uno de los errores que destruye la paz de muchos es la idea de que la salvación depende de la perseverancia. Por perseverancia se entiende el continuar desarrollando un carácter que sea del agrado de Dios. John Piper sostiene que el cristiano encontrará la confirmación de su elección para salvación en su progreso en la santificación. Declara que la evidencia tranquilizadora de la elección es la semejanza con Cristo. Para estar seguro si es heredero de esta gloriosa bendición —según él — necesita preguntarse: ¿Estoy haciendo todo lo posible para adquirir la excelencia moral? ¿Estoy haciendo todo lo posible para aumentar mi conocimiento del carácter de Dios y su voluntad? ¿Estoy haciendo todo lo posible para fortalecer mi poder de dominio propio? ¿Estoy haciendo todo lo posible para aumentar mi capacidad de paciencia? ¿Estoy haciendo todo lo posible por cultivar la piedad para desarrollar un corazón para Dios? ¿Estoy haciendo todo lo posible para crecer en fervor en mi afecto por mis hermanos en la fe? ¿Estoy haciendo todo lo posible para despertar mi voluntad en amor hacia la persona que más me desagrada? Si estas cosas están en él y en aumento, no estará sin fruto, nunca tropezará, y entrará en el reino eterno de Cristo. Presta atención que la palabra clave de este autor es: “Estoy haciendo”, a diferencia de la gracia que dice: Está hecho.
Otro autor decía:
“aquellos que demuestran que Dios los ha regenerado porque procuran santidad de corazón y un verdadero amor al prójimo mientras pasan por este mundo, son los únicos que tiene derecho a creerse seguros en Cristo. Perseverar en la fe y la penitencia, no sólo en el formalismo cristiano, es el camino a la gloria”.
Podría continuar citando autor tras autor que cargan de inseguridad a las almas que tienen una profunda convicción de la santidad de Dios y la maldad de sus corazones. Sólo un fariseo puede, al mirar su corazón y la vida de buenas obras que produce, decir: gracias te doy Dios porque no soy como los demás pecadores. El hombre que se siente satisfecho con su propia obediencia no ha entendido ni la perfección del carácter de Dios ni la depravación de su propio corazón. Por otro lado, quien las entiende siempre estará inconforme con lo que hace, y al mirar su corazón no encontrará ninguna evidencia de rectitud moral. Como Isaías dirá: hay de mí que soy muerto, porque soy un hombre de labios inmundos. Por lo tanto nunca podría tener la seguridad de la vida eterna, ni el dulce consuelo de su elección.
En ocasiones se verá tentado a pensar que quizás si Dios lo ve luchando y esforzándose, le tendrá compasión y lo salvará. No obstante, ese quizás lo tortura: no sabe si ha hecho los esfuerzos necesarios, si ha sido lo suficiente honesto en su servicio, o si ha logrado adquirir la imagen de Cristo. Le atormenta no saber cuánto necesita hacer para que Dios quede satisfecho: cuánto tiempo debe orar, cuántos días ayunar, qué dejar de hacer, o qué cosas hacer. Se ha dado cuenta que ni aun rebajando la norma cumple como se espera de él.
La experiencia de Lutero es típica en esta clase de personas:
“cuando era monje, —decía Lutero— intentaba con toda diligencia vivir conforme a la regla, y me arrepentía, confesaba y señalaba mis pecados, y a menudo repetía mi confesión, y cumplía diligentemente la penitencia impuesta. Y, sin embargo, mi conciencia no podía darme nunca certeza, sino que siempre dudaba y decía: ‘No lo has hecho correctamente. No has estado suficientemente contrito. Te has dejado eso fuera de la confesión’. Y cuanto más intentaba remediar una conciencia insegura, débil y afligida con las tradiciones de los hombres, más me la encontraba cada día insegura, débil y afligida” .
Los que en una ocasión escucharon las buenas noticias de la salvación en Cristo se ven de continuo amenazados con la idea de retener la salvación mediante la vida moral que practican. Son tentados a creer que si bien la salvación se les dio al principio de su vida cristiana por gracia, de aquí en adelante necesitan probar que merecen continuar recibiéndola. Y esto harán mediante la obediencia y la erradicación del pecado en sus vidas. Se los convence que la transformación de sus naturalezas caídas es lo que al final los cualificará para entrar al reino. Transformación que está en sus manos llevar a cabo si desean heredar la promesa.
El SSI es una asistencia económica del gobierno americano que reciben personas que no han trabajado y que no tienen derecho al seguro social. Cualifican para estos beneficios si demuestran que están incapacitadas para trabajar. Y si después de recibir la asistencia las sorprenden trabajando, les quitan todos los privilegios y beneficios del programa. Así es la gracia, el gobierno de Dios estableció que los únicos beneficiarios de esta bendición serán los que el pecado incapacitó para rendir la labor que se les demanda. Entre tanto estén conscientes de su condición y conformes con el bien que reciben, disfrutarán de él. Pero si Dios los sorprende trabajando para retener los beneficios, entonces los perderán. Como dice Pablo: el que trabaja no recibe el salario como gracia.
La perseverancia en las buenas obras no es para promover nuestra justicia y alimentar nuestra confianza en la carne, sino para la gloria de Dios y la exaltación de Cristo. Si has de disfrutar de la gracia tienes que reconocer que no la mereces, que nunca lo has hecho y nunca lo harás. Por eso es gracia, porque se la otorga a descalificados, a los no privilegiados, desamparados e incapacitados. En el momento en que estos calificativos desaparecen, ya no cualificas para la gracia. La paradoja de la gracia es que la manera de merecerla es no mereciéndola; para ganarla hay que estar en bancarrota. Sólo enfermos crónicos y desahuciados son los que reciben este glorioso beneficio. Y todos nosotros, desde la cabeza hasta los pies, estamos podridos. “Con esa confianza acerquémonos al trono de la gracia, que es el trono de Dios, a fin de hallar gracia y auxilio para el momento oportuno” (Hebreos 4:16).
La confianza del Cristiano no debe estar puesta en su perseverancia, antes debe ponerla en la perseverancia de Cristo. Él ganó una perfecta victoria, al descansar en él, el creyente encontrará la fuerza necesaria para luchar contra el pecado. El consejo bíblico es: puesto los ojos en Jesús el autor y consumador de nuestra fe y esperanza, para que nuestro ánimo no se canse hasta desmayar.
La perseverancia no es un motivo para ser salvos, sino que es un fruto que pone el Espíritu en los corazones que han sido y siguen siendo salvos. Ninguna persona que no reconozca su incapacidad para salvarse puede ser un creyente perseverante. La salvación Dios la ha puesto en Cristo y de Cristo viene gratuitamente a nosotros. Una vez recibida, nos gozamos en lo que DIOS ha hecho por nosotros en Cristo. Esto nos motiva a perseverar y seguir firmes para el Señor, no como un acto de ganar la salvación, sino como un testimonio delante de los hombres de que somos salvos por Cristo. La perseverancia va en el marco de la santificación no de la justificación. La justificación no es mi perseverancia o firmeza en Cristo, sino que es la perseverancia o firmeza de Cristo que nos salva sin ninguna obra nuestra, sino por su sangre vertida en la cruz. Amen!!
El punto principal en este artículo es, precisamente, mostrar que la perseverancia del creyente, cuando se la entiende desde el punto de vista de la santificación, en lugar de traer paz a la conciencia del creyente, se la quita. Si por perseverancia se entiende continuar en una vida de rectitud hasta el fin para alcanzar la salvación, entonces la pregunta es: ¿cómo sé que he obedecido lo suficiente, cómo sé que Dios se complace con lo que he hecho? Pues, como está escrito, el que perseverare hasta el fin, será salvo. La paz del cristiano no se encuentra en su perseverancia sino en Cristo. Al declarar esto, estoy proponiendo que se saque la perseverancia del terreno de la santificación y se la coloque en la Justificación por la fe. La perseverancia es en la fe. Los que se aferran de Cristo y dependen sólo de él, estos son los salvos. No persevera en Cristo quién depende de su justicia personal, o sea, los que dependen de sus obras que es lo mismo que de su perseverancia.
La perseverancia del cristiano consiste en rechazar su propia vida obediente como base para alcanzar el favor de Dios y reclamar como suya la vida de perfecta obediencia que Cristo prestó en lugar y a favor de todos nosotros. Por lo tanto el cristiano que persevera en la fe, es el que reconoce que no persevera ni puede perseverar en las buenas obras. El cristiano que persevera confiesa que su seguridad se encuentra en la perseverancia de Cristo, en otras palabras, en la constancia de vida, en la vida perseverante hasta el fin en buenas obras que Cristo presentó en lugar y a favor de todos nosotros. La perseverancia es una buena noticia del evangelio: Cristo perseveró hasta el fin, por eso soy salvo. La perseverancia en nuestra justicia nunca nos ofrecerá tal bendición.
Maravillosa, es sin duda la gracia de Dios, para todos aquellos que no somos nada y por tanto, no tenemos nada que ofrecer a cambio de nuestra salvación, todos estamos destituidos de la gloria de Dios, todos tenemos el mismo destino eterno, solo Dios por Jesucristo hace la diferencia entre salvación ó castigo eterno en aquellos que ha decidido arrebatar del fuego por su pura misericordia, nada puede recibir el hombre si no le fuere dado del cielo: estamos tan lejos de poder entender quién es Dios y todos sus atributos, por nuestras limitaciones humanas, solo tenemos pequeños atisbos de este gran Dios por la revelación de su palabra.Gracias hermano por un hermoso estudio del amor y la gracia inmerecida de Dios para con nosotros, que siendo dignos de muerte, Jesucristo vino a darnos vida, y vida en abundancia, solo por sus Grandes Meritos. Dios lo continue bendiciendo.
Gracias por leer nuestros artículos. Que el Señor la continúe bendiciendo.