Apocalipsis habla de la llegada del reino de Dios usando como imagen la figura del matrimonio. Juan sella el fin de la historia con la celebración de las bodas del cordero. Contempla la destrucción de la bestia y de Satanás, cuando de pronto escucha « la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: !!Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos. Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios» (Apoc. 19: 6-9).
Es el deseo de Dios que el matrimonio sea la vivencia de su reino en miniatura. Desea convertirlo en el lugar donde los hombres disfruten de la nueva vida de Dios, y el hombre y la mujer puedan vivir reconciliados. Nota cuán hermosamente se expresa esta unión matrimonial entre Cristo y su iglesia (Apoc. 21:2,9). El cielo nos invita a alegrarnos en esta boda y a dar gloria a Dios. El Señor desea que el mundo vea nuestro matrimonio como una institución que promueve nuestra alegría y nos acerca más al cielo, sólo así glorificarán a Dios por este don. Bienaventurado aquel que vive su matrimonio de esta manera.
La iglesia es tanto simiente y esposa como Cristo es esposo y simiente. La iglesia, como esposa de Cristo, honra su matrimonio cumpliendo el propósito final de Dios: traer al mundo la simiente y guardarla para el día en que él venga a reunirse con ella. Apocalipsis 12 presenta el símbolo de una mujer que está de parto, una clara prefiguración de Eva y la promesa de la simiente prometida. Sin entrar en discusiones que no vienen al caso en estos momentos, podemos decir que el relato muestra como Dios trajo al mundo la simiente, en cumplimiento de la promesa hecha al primer matrimonio. El diablo, que escuchó la promesa, desde el principio lucho por evitar que se cumpliera. Lo hizo con Israel y lo intentó hacer en la vida de Cristo y su iglesia. Juan nos presenta la frustración del diablo en no poder destruir la simiente, por lo que se lanza a perseguir al resto de los creyentes o hijos de la iglesia. Ella, como madre y esposa de Cristo, continúa engendrando la simiente divina a través de la predicación. Como esposa y madre ella cumple su misión y glorifica a Dios en su santo matrimonio al someterse a su marido y guardar a sus hijos para Dios.
La gran lucha final es la misma que continua en cada matrimonio, la de mantener la unidad con Cristo como esposo. La gran lucha escatológica se vive y experimenta cada día en el círculo más pequeño de nuestros matrimonios y hogares. El divorcio es una figura de este gran drama escatológico que ha venido desarrollándose a través de las edades. La obra del diablo consiste en separar o divorciar a la iglesia de Cristo. Donde quiera que se levantan matrimonios que su simiente continua preservando los valores de Dios, allí se proclama el triunfo de Dios sobre su archienemigo. «Ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y la palabra del testimonio de ellos». Lo que esto significa en términos matrimoniales es que la iglesia ha preservado su voto matrimonial, no permitiendo que nada la separe de su marido. La «otra mujer» de Apocalipsis es la gran ramera que ha fornicado abandonando su lealtad a Cristo. El triunfo final no sólo es la declaración de la victoria de la simiente, sino de la victoria de cada matrimonio cristiano. Victoria que prefigura la victoria de Cristo con su iglesia.
La iglesia no puede dormirse en los laureles. Su gran enemigo, el enemigo de todo santo matrimonio está como león rugiente buscando a quien separar (devorar). Es nuestro deber el mantenernos en guardia, armados con la armadura de Dios, sabiendo cuál es el enemigo que tenemos que enfrentar. En cada controversia matrimonial se encuentran presentes los poderes del bien en contra de los poderes del mal; pero no debemos desesperar ni desalentarnos, Cristo promete que obtendremos la victoria.
Conclusión
El matrimonio se lo diseño para hacer completo al hombre. Sin esta estructura familiar la humanidad no puede existir. Dios distribuyó en la mujer y el hombre los atributos que harían a la raza humana completa. Cuando estos están unidos la humanidad está completa. El matrimonio es de tremendas consecuencias para la existencia humana, tanto ahora como en el futuro. La felicidad en el presente mundo está determinada por la unión matrimonial del hombre y la mujer. El matrimonio tiene la finalidad de traer al mundo la simiente de Dios, y preservar la adoración al verdadero Dios. Una maldición se lanzada sobre los que no respetan la institución matrimonial y se acogen al divorcio para dar rienda suelta a las pasiones de su carne. Finalmente el matrimonio es una prefiguración del estado futuro del mundo, de la unidad entre Cristo y la iglesia en el nuevo reino.