Los aspectos históricos y legales de la Biblia no pueden separarse, porque esta historia es una historia pactal. Los actos de Dios son actos jurídicos. Dios preside sobre la historia como Rey y Juez, llevando a cabo el pacto y sosteniendo su ley.
Hay tres formas en que podemos describir la naturaleza jurídica de los grandes actos de Dios registrados en el Antiguo Testamento: como actos páctales, como actos de justicia y como actos de juicio.
Actos Pactales
En cada acto de la historia Dios efectúa lo que el pacto prometió que haría. El es el Dios que guarda el pacto (Dan. 9:4>. Este pacto es una unión o sociedad fundada sobre un arreglo o tratado legal definido. Los términos o estipulaciones del pacto son los Diez Mandamientos (Exo. 34:27-29; Deut. 4:13). Ya sea que Dios castigue o que salve—y en la mayoría de los casos hace ambas cosas—él lleva a cabo los términos del pacto con fidelidad invariable. Dios actúa de acuerdo con la ley. Es legal y justo cuando castiga. Es legal y justo cuando salva. Esto es lo que significa el carácter pactal de sus obras.
Actos de Justicia
Dios revela su justicia por lo que hace (Jue. 5:11; 1 Sam. 12:7; Sal. 48:10; 71:16, 19, 24; Is. 51:5-12; 56:1; Mi. 6:4, 5). Generalmente los eruditos han estado de acuerdo en que la palabra justicia es una fuerte palabra legal u objetiva. Es también una palabra relacionada con el pacto. En términos del pacto, significa fidelidad. Aún podríamos decir que la justicia significa justicia en el pacto. Haga lo que haga, Dios sostiene la ley y vela por que prevalezca la justicia. La justicia de Dios se despliega tanto en sus actos de castigo como en sus actos de salvación. Cuando se revela la justicia de Dios, es tiempo de temblar tanto como de regocijarse. Es tiempo de grande ira y de grande misericordia. Debemos notar en especial el prominente elemento jurídico en la justicia de Dios.
Actos de Juicio
El Señor es el “Dios de juicio” (Isa. 30:18; Mal. 2:17). Juzgar e implantar la justicia son las labores principales del Rey (Sal. 72, 101). Al presentar la relación entre Dios y su pueblo, el Antiguo Testamento jamás se cansa de presentarla en términos de un simbolismo legal. Cuando Dios tiene una querella o controversia contra su pueblo o las naciones, queda representado como quien llama a una corte legal (Isa. 41-45; Jer. 2:9; 12:1; Miq. 6:1, 2). Ya sea que castigue al enemigo, o que libre a su pueblo de la opresión, cuando Dios actúa, su acto es un acto de juicio. Generalmente los grandes actos de Dios revelan dos aspectos del juicio divino —ira y misericordia salvadora— tal como sucedió en el diluvio, en el éxodo y en la terminación del exilio.
Aún los actos de Dios al tratar con el pecaminoso Israel, son actos de juicio. A fin de juzgar y sacar aparte un remanente fiel, los mandó al cautiverio. Escribe Leon Morris:
El juicio de Yahvé es un proceso que cierne a los hombres. Separa a los justos de los impíos y provoca así la aparición de un “remanente’…)” Hasta cierto punto… el juicio crea el remanente, porque en la hora de la crisis o del juicio es que los hombres saben en verdad y dejan manifiesto dónde es que están finalmente parados. El juicio es tanto creativo como revelador”.2
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1. Leon Morris, The Biblical Doctrine of Judgment, pág. 23.
2. J. V. Langmead casserley; citado en Ibid.