Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo (Gálatas 2:20).
El título de este tema lo tomé de un artículo que publicó el pastor Charles Stanley. En él explica lo que él llama “El sorprendente camino a la libertad”. Habla de una mujer llamada Sara, la cual recibió a Cristo cuando era niña, y estuvo tratando de andar con él desde entonces. Aun cuando fielmente asistía a la iglesia y servía al Señor de varias maneras, por los últimos 20 años ha estado lidiando con un problema, un pecado que le parece que no puede mantener bajo control. Cada mañana promete no caer en la tentación; pero por la noche se sumerge en la angustia de su torturante conciencia ante sus fracasos.
En el artículo Stanley ofrece la solución a su problema. Señala que:
“Lo que no podemos hacer en nuestra propias fuerzas, Él lo hace en nosotros cuando nos rendimos a él. Ganamos nuestra victoria sobre el pecado no tratando con más intensidad, sino permitiendo que el poder de la resurrección de Cristo fluya por nosotros…. Cuando genuinamente aceptas por la fe que Cristo está viviendo a través de ti, transformará cada aspecto de tu vida.”
“Es crucial darte cuenta que tú andas con el Dios Omnipotente dentro de ti. No hay nada que el diablo pueda lanzarte que Cristo no pueda vencer. Al permitir que él se encargue de la tentación, tú experimentarás Su victoria… Si confías en Cristo, Él se apresurará con su poder sobrenatural y traerá victoria sobre cualquiera sea la tentación que estás enfrentando.”
En otra nota escribe:
“Quizás la razón por la cual no te es posible vencer el pecado en tu vida es porque tu vieja naturaleza pecaminosa nunca ha sido crucificada con Cristo” (In Touch, abril 2012).
Cinco puntos sobresalen en la solución que Stanley ofrece:
- Debemos someternos a Cristo si queremos ganar la victoria.
- Debemos aceptar genuinamente que Cristo está viviendo a través de nosotros.
- Permite que él se encargue de la tentación.
- Si confías en Cristo, él se apresurará con ayuda sobrenatural.
- Debes crucificar tu vieja naturaleza pecaminosa.
Una persona como Sara al leer lo que Stanley propone concluirá que no logra la victoria sobre el pecado porque no se ha sometido a Cristo, no lo ha aceptado genuinamente, no está confiando en él y, por lo tanto, su vieja naturaleza pecaminosa está viva en ella. Una sola es la conclusión, y la angustiará: pensará que no es una creyente, sino una persona hipócrita. La solución para Stanley consiste en buscar en ella misma las evidencias de su victoria.
Estas enseñanzas en lugar de levantar a los caídos, los sumergen aún más en la incertidumbre. En lugar de dirigirlos a mirar a Cristo, los hacen mirar a su experiencia. Una doctrina como ésta no ofrece, ni puede ofrecer, paz alguna.
En qué consiste la vida crucificada
“Con Cristo estoy juntamente crucificado”. Veamos el contexto en que Pablo dijo estas palabras, para poder descubrir su significado. Se encuentran en Gálatas 2. Este capítulo trata de la controversia que tiene Pablo con sus oponentes fariseos que aceptaron la fe cristiana. Pedro asume una postura hipócrita cuando ve venir a estas personas, y Pablo tiene que condenarlo públicamente. Los fariseos cristianos sostenían que Dios consideraba justo al hombre por obedecer la ley. Pablo argumenta que como judíos ellos han descubierto que “el hombre no es justificado por las obras, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado. Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago”, sostiene Pablo. Termina diciendo que por medio de la ley ha muerto a la ley, a fin de vivir para Dios (Gálatas 2:16-19).
Es a partir de esta controversia que declara: “con Cristo estoy juntamente crucificado”. Por el contexto descubrimos que vivir una vida crucificada no tiene que ver con la rectitud moral del cristiano: en tratar de matar su carne pecaminosa, matar su vieja naturaleza o tener victoria sobre sus pasiones. Nada de esto está en discusión. El tema no gira en torno a cómo el creyente debe vivir. Es un debate sobre cómo obtiene la justicia que lo cualifica a recibir las bendiciones divinas; el modo en que Dios lo considera simiente de Abraham, heredera de todas las promesas.
Una vida crucificada con Cristo consiste en rechazar la justicia de la ley, esto es, la de las obras. Poner a un lado la justicia personal para descansar seguros en la vida obediente de Cristo. Pablo dice: “ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí”. Muchos interpretan que esta expresión enseña que el cristiano muere a su pecaminosidad y adquiere el poder especial del “Cristo en mí”.
Una vida crucificada con Cristo consiste en rechazar la justicia de la ley, esto es, la de las obras. Poner a un lado la justicia personal para descansar seguros en la vida obediente de Cristo
Esto está muy lejos del pensamiento del apóstol. El “no vivo yo” en este contexto significa que Pablo no procura su aceptación en base a lo que él puede hacer, él ha muerto a ese Pablo. Ese era el Pablo fariseo que se gloriaba en la carne; ese Pablo murió con Cristo. El nuevo Pablo tiene una nueva vida, la cual define como “Cristo vive en mí”. O sea, su nueva vida está determinada por la llegada de Cristo y lo que hizo para salvar al hombre de su condición de condenación. Es un nuevo modo de existencia en donde Cristo es el centro de sus afectos y pensamientos. Cada cosa que hace tiene como objeto procurar la gloria de Dios.
Una vida crucificada es aquella que murió a la justicia de la carne, y confiesa que ante los ojos de Dios hay una nueva historia que define la existencia del cristiano. Pablo declara que por la ley él está muerto a la ley, o sea, la ley en la que en una ocasión procuraba justificación, es la misma que lo mató. En Cristo, él tiene ahora una nueva vida, porque en Jesús de Nazaret Dios le otorgó una nueva historia. En fin, una vida crucificada es aquella que confiesa cada día que ninguna obra, ninguna de sus propias experiencias, ni su victoria sobre el pecado es la base de su salvación; se gloría únicamente en la victoria que Cristo obtuvo de una vez y para siempre… Continúa: Como vivir la vida crucificad.