La última tentación Cristo es la misma que nosotros tenemos que enfrentar día a día, el bajar de la cruz. Bajar de la cruz significa abandonar la confianza en el Dios que salva y procurar nuestra salvación, abandonando el camino diseñado por el Cielo. Para nosotros implica, también, abandonar la seguridad de la cruz, la promesa de Dios, la suficiencia de Cristo, para aferrarnos de la seguridad que proporciona la carne.
El día en que Jesús colgaba de la cruz, todo mostraba haber perdido su propósito. El Cielo había ocultado su luz, el rostro de Dios ya no miraba con agrado a su Hijo. Dios mismo le abandona, dejando al inocente sufrir a solas. Los que pasan por la calle mueven sus cabezas en señal de desprecio y victoria. Los religiosos; sacerdotes y expertos de la ley están ciegos a las enseñanzas de los profetas. Aquellos que se supone que representaran a Dios se unen a la multitud para menospreciarle y ridiculizarle. Aun sus vecinos, los dos ladrones se mofan de él. Tal parecía que no había razones para permanecer en la cruz.
A menudo también nosotros podemos sentirnos así. Pero Cristo nos muestra que la fe debe sobrepasar todos los obstáculos y depender de las promesas de Dios cuando todo y todos nos abandonan. Al quedar en la cruz, Cristo en representación de todos nosotros, confesó su fe inquebrantable en la promesa divina de salvación. Con su acto testificó que si Dios no salva al hombre, en vano son los esfuerzos del hombre. Solo Dios salva.
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“La cruz pone a prueba el carácter de los hombres, rechazando todo en lo cual el impío descansa, y aquello que los justos renuncian; y a su vez, mientras muestra que existen una clase de personas que han corrido a refugiarse a ‘la esperanza puesta delante de ellos,’ que han renunciado a toda dependencia de sus santos actos, y aún así han encontrado ‘gozo y paz en creyendo’, y viviendo ‘por la fe en el Hijo de Dios’. La cruz al mismo tiempo no menos acertadamente pone al descubierto una clase de personas que son desagradecidos de su gracia, quienes mediante una impía añadidura de aquellas cosas en las cuales ponen su confianza, son culpables de enjuiciar los méritos de aquel que fue crucificado.”
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Amados de Dios, aprendamos la gran lección del Cristo que permanece en la cruz cuando el diablo le dice: Sálvate a ti mismo. Él rehusó hacerlo, haz tú lo mismo.