El Espíritu y el Cuerpo de Cristo
“Cristo en nosotros”, o el “Espíritu de Cristo en nosotros”, es una expresión Paulina para indicar que, con la resurrección, llegó para el cristiano la nueva vida que se anunciaba. La que comenzó con el retorno del hombre al favor divino, la restauración de su posición como pueblo y la garantía de una relación permanente con Dios en base al perdón de los pecados y la imputación de la justicia. De todo esto y mucho más habla el tener al Espíritu de Cristo en nosotros. La idea de solidaridad tiene un importante lugar en estos versículos (Gaffin).
Romanos 6 afirma que el reino del pecado terminó cuanto Cristo murió; al pecado murió de una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive. Si fuimos justificados del pecado mediante la muerte de Cristo, entonces viviremos con él.[1] Así se inició la edad del Espíritu con una nueva calidad de vida, razón por la cual se exhorta a la iglesia a que se considere muerta al pecado, pero viva para Dios en Cristo Jesús. Es claro que en la cruz ella murió y se dio por terminada su relación con la vieja creación. Vivir y tener el Espíritu son sinónimos y resulta de la justicia que el Mesías mantuvo.
“Cristo en nosotros” (en el verso 8) se lo iguala con el Espíritu que obró la resurrección de Jesús y que ha iniciado la resurrección del Cristo. Un acontecimiento progresivo compuesto de dos partes: primero la cabeza, y después el cuerpo. A la resurrección que comenzó con la Cabeza Pablo la llama la primicia de ese momento final,[2] dando por sentado que existe un todo del cual ella forma una parte y es una muestra de la calidad y del destino que le espera a la totalidad. Al redimir Dios la primicia garantiza que el resto también lo será. El Espíritu, que inició el gran día de la resurrección con Jesús, testifica que el resto de la nueva humanidad que él representa posee el mismo Espíritu, o sea, que junto a él participa de la reconciliación y ha iniciado su retorno a la diestra de Dios: de la cual la tierra de la promesa era símbolo.
Las palabras de Pablo recuerdan la visión del valle de los huesos secos de Ezequiel. El trasfondo de la visión es la cautividad que Israel experimenta como castigo por haber quebrantado el pacto. Dios promete restaurarlos a su favor y confirma su promesa al recatarlos de la cautividad de Babilonia.
“La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos. Y me hizo pasar cerca de ellos por todo en derredor; y he aquí que eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto secos en gran manera. Y me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes. Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová. Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis. Y pondré tendones sobre vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy Jehová. Profeticé, pues, como me fue mandado; y hubo un ruido mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso. Y miré, y he aquí tendones sobre ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por encima de ellos; pero no había en ellos espíritu. Y me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán. Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo. Me dijo luego: Hijo de hombre, todos estos huesos son la casa de Israel. He aquí, ellos dicen: Nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del todo destruidos. Por tanto, profetiza, y diles: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo abro vuestros sepulcros, pueblo mío, y os haré subir de vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de Israel. Y sabréis que yo soy Jehová, cuando abra vuestros sepulcros, y os saque de vuestras sepulturas, pueblo mío. Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis que yo Jehová hablé, y lo hice, dice Jehová”.[3]
Si lees con detenimiento el texto descubrirás que el profeta utiliza ideas similares a las de Pablo. La expresión “pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis” no pretende describir una experiencia del individuo judío sino un evento histórico, en un tiempo determinado, que afectará a la nación. Apunta al momento en que Jehová los restaura, una vez los perdona y reconcilia; al tiempo cuando los libere de la cautividad de Babilonia. El “Espíritu en vosotros” en Ezequiel es, al igual que para Pablo, la justificación de vida; y representa el perdón y la reconciliación de una nación que se hallaba bajo el juicio: condenada y privada de las promesas y bendiciones de Jehová. La resurrección simboliza su restablecimiento a la tierra y la restitución de los privilegios nacionales que antes gozaba. “Mi Espíritu en vosotros” es un concepto colectivo, una metáfora que recuerda cuando Jehová creó a Adán y le otorgó el Espíritu de vida. Israel perdonado es ese nuevo hombre recreado y restaurado a su tierra paradisíaca [4]. El Espíritu morando o viniendo a la nación es la manera en que Ezequiel habla de todas estas verdades.
La resurrección de Jesús hay que entenderla en este mismo trasfondo de redención corporativa, y en cumplimiento de la esperanza de Israel. Como estudiamos, Israel como el Siervo logra cumplir su misión en el Siervo de Jehová: el Mesías, que lleva sobre sí el juicio de todos ellos, a fin de restaurarles a la gracia. El Nuevo Testamento proclama que la resurrección nacional encontró pleno cumplimiento en el Mesías cuando Dios lo levantó de los muertos. El Espíritu de la resurrección es más que un volver a la vida, es la certificación de que Jehová perdonó el pecado, restableció la justicia y lo único que se aguarda es la gloria final. El mismo Espíritu que devolvería la vida a la nación es el que reposa sobre el Nuevo Adán (el Nuevo Israel); y asegura que la restauración de Israel: su justificación y su final introducción a la tierra de la promesa, ya se inició y se consumó con la introducción de Cristo a la diestra del Padre; y los suyos ya la están disfrutando.
Las Palabras de Pablo son un comentario a lo que profetizó Ezequiel: “si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús ‘mora en vosotros’, el que levantó de los muertos al Mesías Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros”, de este modo se confirma que la experiencia de la Cabeza anticipa la suerte de todos aquellos que están en él. Así como el Espíritu en Israel trae la vida y reconciliación nacional, de igual manera, el Espíritu en Cristo y nosotros en él, garantiza el mismo futuro. Aquellos que participan del Espíritu del Mesías se benefician de este tiempo de restauración, de éste nuevo Éxodo, y se les asegura la resurrección final.
[1] Romanos 6:7,8.
[2] Vea lo que expusimos en la página 156 ss.
[3] Ezequiel 37:1-14.
[4] Ezequiel 36:35.
La explicacion sobre el significado de la resurreccion de Cristo
es el mensaje escencial del Evangelio. Y su entendimiento es la obra del espiritu Santo de Dios para la mente y corazon de cada redimido.
Ojala se hiciera claro para la mayoria de los cristianos de tradicion
y/o la gente de las iglesias que se creen cristianos o hijos de Dios pero sin el Espiritu.Esta explicacion sobre la resurreccion es muy
concreta y clarificante. Di-s les Bendiga.