El plan que trazó Dios para la salvación de los hombres, también llamado el misterio de Dios, es un plan en donde Padre, Hijo y Espíritu Santo están fuertemente involucrados. Es claro que el evangelio tiene como contenido exclusivamente a Jesucristo. Él es el misterio revelado y manifestado, en el tiempo estipulado por Dios. Pero esto no significa que el Padre o el Espíritu Santo no tengan ningún papel en el desarrollo del plan que solucionaría el problema de la raza humana. Un análisis cuidadoso del texto bíblico mostrará la importancia que tiene la doctrina de la Trinidad en el desarrollo del propósito eterno de Dios en la salvación de los hombres. Comencemos con Romanos 1:
Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios, que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne (Romanos 1:1-3).
Pablo llama al evangelio: “el evangelio de Dios”, lo cual indica que Dios-Padre está profundamente relacionado con lo que acontece en el evangelio. Al estudiar los escritos de Pablo nos damos cuenta que él considera a Dios el autor del plan de la redención. Jesucristo es el agente, el instrumento mediante el cual Dios realiza esa voluntad, el mediador de todo acto divino. Es en este sentido que hablamos de Dios como el autor del Evangelio y Cristo como el contenido del Evangelio.
Que Cristo es el contenido del Evangelio significa que el Evangelio trata de él. O sea, tiene que ver con su vida, muerte y su resurrección. El Evangelio nos habla acerca del Encarnado, de Dios haciéndose hombre y viviendo nuestra experiencia. A la luz de esto, concluimos, que el Evangelio se origina en Dios y se manifiesta en la experiencia de Jesucristo viviendo en nuestro mundo.
El Espíritu Santo por otro lado desempeña una función de gran importancia en la eterna y soberana voluntad de salvar al hombre. En 1 Pedro descubrimos el papel del Espíritu en este plan:
“…escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos 12 A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles” (1 Pedro 1:11-12).
Pedro explica que el Espíritu Santo estuvo envuelto en la revelación del Evangelio a los profetas en el antiguo testamento. A ellos se les explicó que la revelación que estaban recibiendo no habría de tener cumplimiento en sus días, registraban estas gemas de verdad para nosotros. Cuando Pablo escribe que el Evangelio había sido anunciado por los profetas en las Sagradas Escrituras está mostrándonos el papel del Espíritu Santo en la inspiración de esa verdad. Tan pronto se muestra la importancia de las Escrituras, la función de los profetas, estamos básicamente hablando de la obra del Espíritu Santo en la administración del eterno propósito de Dios.
El Espiritu Santo es la fuente de donde emana la profecía, él es el Espíritu de la profecía que da testimonio de Jesucristo.
Pedro también afirma que el Espíritu Santo no solo inspiró a los profetas y dejó registrado el testimonio de ellos en las Escrituras, también que el Espíritu Santo está involucrado en la predicación del Evangelio. Es él quien convirtió a los apóstoles en sus instrumentos para realizar su obra.
En resumen, Dios-Padre es la fuente de donde procede la gracia del evangelio; Dios-Hijo es el contenido del evangelio y por medio de quien la gracia se manifiesta; y Dios-Espíritu es quien se encarga de anunciar el misterio mediante la revelación profética, el registro del testimonio evangélico, y el anunció de lo que ha acontecido en la vida muerte y resurrección de Jesucristo. Los resultados de esta obra trinitaria son: la reconciliación, la justificación, y la restauración de los santos de Dios al favor divino.